La educación que queremos...


24 Jun, 2021

La educación que  queremos...

La Verdad- 20 Jun 2021 - CLEMENTE HERNÁNDEZ ABENZA. Presidente de ANPE Murcia

Este curso diferente, excepcional, único, que no se repita; ha condicionado brutalmente el día a día de alumnos y docentes. La educación ha sido golpeada, queda resentida, a pesar del excelente trabajo, nunca suficientemente agradecido, del profesorado murciano contra la Covid-19. Los obstáculos encontrados han sido numerosos. La educación telemática 100% del último trimestre del curso anterior, la educación semipresencial impuesta en el actual en la Región. Para Anpe, el escenario ideal es la enseñanza presencial 100%: todos los docentes con todos sus alumnos, contacto directo y diario, fundamental.

En marzo de 2020 llegó la pandemia, casi sin avisar, el profesorado inició una carrera para abordar los nuevos retos sin los medios necesarios. La brecha digital, que enseguida se descubrió educativa y también social, supuso un fuerte hándicap. Afloró al tiempo una brecha entre centros, con importantes diferencias de dotación en material informático, de plataformas de internet, que definían la capacidad para abordar la educación telemática. Centros sin suficientes ordenadores para uso de todo el profesorado, sin las webcams necesarias para conectar con alumnos y familias, que a su vez tampoco disponían de suficientes terminales. La Consejería inició soluciones que paliasen las carencias, dotando de ‘tablets’, PCs, reforzando los soportes digitales de los centros. La situación ha ido mejorando, pero aún hoy continúa siendo insuficiente si, crucemos dedos, sufrimos una nueva ola el próximo septiembre. Quedan frentes por atender y procedimientos que mejorar, como la incorporación de la enfermera escolar al 100%. Porque la educación no puede parar. Son insuficientes los medios, los espacios; insuficiente el personal docente, y no docente... insuficiente el compromiso del Gobierno, de los partidos y de la propia sociedad, para con una educación que es usada como moneda de cambio, como arma arrojadiza en el juego político.

En este curso hemos padecido, además del virus, una nueva ley educativa, otra más, y ya van ocho. La ‘ley Celaá’ ha llegado para imponer lo que los políticos quieren para nuestros alumnos. Pero sin hablar con quienes estamos en el sistema educativo, viviéndolo en primera persona. Ausencia de diálogo, de negociación. Deciden qué debemos hacer los docentes, sin los docentes. Y deciden que no es necesario el esfuerzo académico, que los suspensos constituyen casi un mérito para pasar de curso, y para titular. Sin reconocer que las tasas de alumnos repetidores realmente están evaluando el sistema. Indican a los gestores educativos la urgencia de intervenir, de implementar acciones que mejoren ese sistema que se pretende maquillar. Se debiera ofrecer al alumno esa formación de calidad que le permitirá alcanzar los objetivos curriculares que ahora se escapan, fortalecer su cualificación profesional ante un mercado de trabajo competitivo.

Los responsables de la Lomloe deben reforzar la figura del docente. No es momento de escatimar recursos, ni regatear esfuerzos. Nuestro sistema educativo necesita prestigio, consideración social y atención preferente. El diálogo y la negociación deben ser las herramientas habituales para alcanzar acuerdos sólidos y duraderos.

La Covid-19 ha cambiado nuestra forma de vida, de trabajo y determinará el mercado laboral. Y será en el entorno educativo donde podamos encontrar espacios de discusión coincidentes, que nos permitan consensuar metodologías de adaptación a esa nueva estructura social y económica. Nuestros alumnos están llamados a protagonizar la remontada de la crisis, con la educación como motor de cambio. Profesionales formados con seriedad y rigor, cualificados, capaces de afrontar los retos venideros.

El profesorado está preparado para iniciar un curso crucial, que debe compensar la formación resentida por la locura que hemos vivido, condicionada por la educación telemática, semipresencial, las medidas sanitarias, la falta de medios y el virus planeando sobre nuestras cabezas cada día. Es básico proteger la salud de nuestros alumnos, pero nunca olvidemos la importancia máxima de su educación, nuestro futuro.

Los docentes acaban el curso con el trabajo bien hecho, agotados, casi ‘quemados’, pero conscientes de la gran labor realizada, del esfuerzo desarrollado; al que deben corresponder nuestros gobiernos dotando de medios, fortaleciendo las plantillas con todo el profesorado necesario, incluidos los ‘docentes Covid’ que firmamos con la Consejería en octubre pasado.

Es de justicia, que el 1 de septiembre todos los docentes estén en su puesto de trabajo para la vuelta al cole, la vuelta a la normalidad, con garantías. Porque la comunidad educativa lo merece. La educación merece el esfuerzo, el compromiso de todos. Nuestros alumnos y su profesorado lo necesitan .Para invertir en educación, para mejorar, este es el momento. No lo dejemos pasar.

Nuestros alumnos están llamados a protagonizar la remontada de la crisis, con la educación como motor